Considerar a la formación como el sólo dominio de las facultades de conocer, limita nuestra existencia y nos impide avanzar, soberanamente, sobre lo que somos, podemos y debemos. Tal argumento se entiende como el retorno de sí, como el ejercicio de la inquietud y vocación de saber. El saber debe permitirnos tener un dominio sobre las cosas, nuestras pasiones o debilidades. Todo conocimiento verdadero ha de permitirnos un mejor conocimiento de nosotros, un mayor y profundo sentimiento de verdad. En el otro extremo, centrar la formación en la experiencia es impedirnos ver en la capacidad una herramienta necesaria para el dominio de uno mismo. (Apartes del texto).
9789582009083
ck-2007-xxxx
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